MI VOZ ESCRITA, Por Jorge Herrera
Los rumores sobre planes reeleccionistas, esta vez con base en la hidalga ciudad de Santiago, cada día que pasa denuncian la temeridad del propósito y la estupidez de sus promotores.
El propósito es temerario porque lo que menos le conviene a Danilo en sus actuales circunstancias es que lo involucren en un proyecto continuista cuando todavía está por verse que pueda terminar el cuatrienio que discurre.
También estúpido, pues se estaría anunciando “a priori” la intención de reformar otra vez la Constitución, y que por la avaricia o la necedad de un dominicano sus paniaguados se den a la tarea de institucionalizar el relajo en que se ha convertido el quehacer político en esta media isla.
En ese mismo tenor es de orden precisar que ya “la pava no pone donde ponía”, y que en caso de que se pretenda otra eventual reforma, Danilo no puede contar con el congreso que tanto reclamó. ¡Qué vaina! La mayoría de sus legisladores tiene responsabilidad penal en el bendito expediente internacional de la constructora brasileira Odebrecht.
No es cosa fácil ocultar la verdad, si las evidencias acusan. Escudarse en el silencio con la esperanza de poder evadir el fardo de las pruebas que acecha, además de ser un acto de irresponsabilidad, también es una manifestación de cobardía imperdonable.
Si se hace un ejercicio de abstracción desprejuiciado tratando de encontrar similitud, sin duda, lo que más se acerca a un político desarrapado que llega al Poder es un ofidio, espécimen del suborden de los reptiles casi siempre dañino rapaz y voraz; sobre todo si el hombre de Estado tiene una trayectoria sinuosa, oportunista y artera.
La condición de rastrero del político y del ofidio de marras, cada uno en la acepción que le es propia, no se pierde nunca. Es su naturaleza; en el caso del político, por más grande que sea la cantidad de la fortuna que haya amasado.
Siempre he dicho y he reiterado en enésimas ocasiones que no hay conocimiento académico por más alto que sea que esté por encima de la sabiduría del pueblo. Y la intuición popular dice que “cuando el río suena es porque agua trae”:
El rumor a punto de ser clamor es que de los noventa y dos millones de dólares del soborno, cincuenta los recibió el jefe.
No es que uno crea todo lo que oye ni que se quiera encontrar algo donde no hay nada, pero llega un momento que pasa lo que con el billetero; es tanto lo que insiste que uno juega el número porque también lo atrae. Que salga, eso es otra cosa…